Quince minutos de infarto, que los llevaron del infierno a la esperanza, aunque esta vez, no fue suficiente.
La selección estadounidense regresa a casa, pero con la frente en alto.
Pudo pasar de todo en 90 minutos de locura ofensiva en el partido entre Estados Unidos y Bélgica. Pero el drama estuvo reservado para los 30 minutos extras.
Dos goles de Bélgica, uno de Estados Unidos, y a comerse las uñas durante los siguientes diez minutos.
“Nos rompió el corazón. Tuvimos buenas oportunidades. Logramos acercarnos al empate, creíamos que los penales podríamos sorprender, pero no se pudo”, dijo Shone Samuel, un estadounidense ataviado con los colores de su país.
Al final el sueño mundialista terminó para los estadounidenses, pero los más de cien mil visitantes “gringos”, como se les conoce a todos los extranjeros en Brasil, se llevan la alegría de haber demostrado que en el país de las barras y las estrellas, también se juega fútbol, con los pies.
“Estoy triste, pero nadie esperaba ni siquiera que pasáramos la primera ronda, así que se hizo mejor de lo que todos creían. Todos estaban apoyando, este lugar está lleno de estadounidenses. Deseábamos ganar, pero ellos lucharon, nunca se dieron por vencidos”, se resignó Jacky Rodríguez, otra fanática estadounidense, de los 20 mil presentes en Río.
Ahora todos saben, casi con certeza, que Estados Unidos volverá más fuerte y con el apoyo incondicional de "ellos", los que ahora regresan a casa orgullosos.