El Real Madrid logró su preciada décima Copa de Europa después de imponerse en el estadio Da Luz de Lisboa ante un Atlético a quien le pasó factura el desgaste físico sufrido durante toda la temporada. Los de Simeone acariciaron la Champions durante 93 minutos, pero un gol de Sergio Ramos en el descuento permitió a los de Ancelotti desquitarse en la prórroga. Hacía doce años, desde la final de Glasgow en 2002, que el madridismo vivía obsesionado con ganar su décima Champions.
Diego Simeone arriesgó alineando a Diego Costa de inicio. El delantero parecía haber protagonizado una recuperación milagrosa, sin embargo al entrenador argentino le bastaron nueve minutos de partido para darse cuenta de que Costa no estaba al cien por cien y decidir cambiarlo por Adrián.
La recaída del hispano brasileño sentó como un jarro de agua fría para la afición colchonera. En cambio, la salida del jugador coincidió con la fase de mayor dominio del Atlético hasta ese momento de partido. Esa superioridad era una trampa. En Lisboa se enfrentaban dos equipos que se sienten cómodos al contragolpe, por lo que Carlo Ancelotti intentó neutralizar el peligro de los colchoneros con espacios, dejando que fueran los atléticos los que cogieran las riendas del partido.
Pero la presión de la final, los nervios y los problemas musculares de algunos jugadores clave pasaban factura a lado y lado del campo. En el caso del Madrid, por ejemplo, Khedira notaba la falta de actividad de los últimos meses. Tampoco Cristiano mostraba su mejor versión en la primera parte. Sin embargo, incluso a medio gas el portugués puede generar peligro como demostró cuando pasaba media hora del inicio del partido. CR7 aprovechó un error de Tiago a la hora de sacar el balón desde la defensa, el portugués vio a Bale en carrera y le tiró un desmarque milimétrico. Su disparo salió ligeramente desviado, pero fue la ocasión más clara del Madrid en toda la primera mitad.